martes, 14 de febrero de 2012

EL SOFISTA. EL MOVIMIENTO DEL SER

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Platón busca poner de manifiesto que si bien los sofistas se dicen maestros de virtud, en realidad no lo son puesto que no pueden transmitir a otros lo que no tienen; reitera que la sofística se ha convertido en el arte de apropiarse de la credulidad de la especie humana, buscando un salario mediante engaños. Critica fuertemente el aspecto lucrativo de dichos “filósofos” que tan solo se dedican a discutir para ganar dinero, dejando de lado conocimiento absoluto, centrándose en el escepticismo, el relativismo, el individualismo y la existencia del conocimiento sensible, por oposición a la filosofía platónica que predica que dicho conocimiento sensible es relativo y de ninguna manera constituye la única forma de conocimiento, existiendo el de la “propia de la razón, y que se dirige a un objeto distinto del objeto que nos presenta la sensibilidad: las Formas ”.
En este diálogo Platón descubre su sentir hacia los sofistas a quienes refuta cada uno de sus postulados y a quienes considera como simples maestros del engaño incapaces de transmitir el conocimiento a través de su método de enseñanza que lleva a los discípulos al escepticismo total.
En el Sofista vemos como Platón intenta encontrar una definición precisa del sofista. Éste, sin embargo, gracias a la ‘vía de la verdad’ de Parménides logra escapar a todos los intentos del extranjero por definirlo. Esto es debido al uso del ‘ser’ que usa el sofista. El ‘ser’ en el que se esconde el sofista es el ser absoluto. Es entonces cuando Platón, por boca del extranjero de Elea, decide que si hay que descubrir al sofista como imitador de imágenes, fabricante de ilusiones y decir que lo que no es de alguna manera también es, entonces hay que cometer una suerte de parricidio con el discurso de Parménides y quitar legitimidad al ser absoluto en favor de un uso predicativo del ser de las cosas. En ese momento, el extranjero para seguir con su demostración pone en duda si los que hablan sobre el ser y lo real verdaderamente saben de lo que hablan. Unos, los primeros físicos hablaron de una o más ‘cosas reales’ como lo frío o lo caliente, o lo seco y lo húmedo o como en Jenófanes, de que todas las cosas son Uno. Sin embargo, éstos nos trataban como niños al explicarlo como mitos y fábulas.
Sucede entonces que a los que atribuyen que lo primero son dos ‘cosas’ tienen problemas para contestar si el ‘ser’ es uno más aparte de esos dos, siendo de esta manera tres. Tampoco lo pueden identificar con una o con otra porque entonces sólo existiría una sola realidad, y si lo relacionan con ambas, entonces sólo existiría una realidad, el ser. Esto en el caso de los pluralistas. En los monistas también se dan ciertas paradojas, puesto que si lo que existe es el Uno y el ser es los mismo que el Uno, ¿Cómo pueden existir dos nombres según la hipótesis monista?

Si el nombre es diferente de la cosa nombrada, entonces hay dos cosas y no sólo una, y si no, si el ser es el nombre, es el nombre de nada. Además, el ser tiene que ser una totalidad de partes, porque Parménides lo comparó con una circunferencia con centro y partes. Al ser de esta manera y ser suma de sus partes, esta totalidad tendrá cierta unidad pero no será el Uno en sí.
Ahora la cuestión no trata del número preciso de las cosas reales, sino del criterio del ser, del criterio de lo real. Los hay quien determinan la realidad con el criterio de que tengan cuerpo tangible y otros son los amantes de las formas, las cuales no se mueven a causa de su perfección. Contra todos ellos arremeterá Platón. De los materialistas, unos se vuelven mejores al admitir que un ser vivo se compone de cuerpo y de alma, y que ésta puede ser justa o injusta. Del alma dirán que es corpórea, pero no así de la belleza o de la injusticia que reside y que produce ella. Con esto Platón quiere llegar hasta el punto en que la corporeidad no es necesaria para la existencia. Cualquier cosa que tenga cierta capacidad (dynamis) de actuar o ser afectada, existe aunque sea en un mínimo grado. Por lo tanto, la definición de lo real será esa misma dynamis.
Por otro lado, los “amigos de la Formas”, que diferencian entre el ser y el devenir no admitirán ese criterio. Para ellos toda capacidad queda reducida al reino del devenir. Estamos en contacto con el devenir por medio del cuerpo y con el ‘ser’ mediante la inteligencia, por vía de la razón. También dicen que el ser se encuentra inmutable mientras el devenir cambia.
Ésto coincide con la doctrina de Sócrates en el Fedon y el Teeteto. De este modo, asistimos a una modificación, o si se prefiere, a una puntualización de la metafísica de Platón. Nos encontramos con la paradoja de que si, como dicen los “amigos de las Formas”, el ser real es inmutable, de que sólo puede ser conocido mediante la inteligencia separada del cuerpo, entonces el movimiento, la vida, el alma y la inteligencia no tienen lugar en lo plenamente real como así exclama el visitante en el diálogo. Pero si el pensamiento no
existe sin la vida, hay que permitir que exista el movimiento y lo que se mueve. Por otro lado, si todo estuviera en movimiento, tendríamos que excluir a la inteligencia, porque necesita de objetos inmutables para inteligir.
Pero ahora surge una nueva dificultad. Si en la suma de la totalidad tiene que haber tanto lo móvil como lo inmóvil, pero el movimiento es contrario al reposo, decir de ellos que son (existen) no es decir de uno u otro o ambos que se mueven o son inmóviles. Por lo cual, “lo que es” es una tercera categoría que abarca tanto al movimiento como al reposo. Que éstos son en razón de “lo que es”. Por lo tanto, “lo que es” no está ni en movimiento ni en reposo. De hecho, el movimiento participa del ser, aunque no es el ser, y lo mismo sucede con el reposo y las demás Formas. Cuando Platón habla sobre el ser, el movimiento o el reposo lo hace en relación con los géneros. Él había afirmado acerca de “los amigos de las Formas” que el devenir convenía al ser, porque el ser, en tanto que es conocido, padece la acción de conocer y se mueve a causa de su padecer. Otros autores como Cornford, parecen decir que los que se combinan no son los inteligibles sino las Formas mismas. Esto lleva a una serie de contradicciones entre el Sofista y anteriores textos. Además, si de lo que se habla en el Sofista es sobre el conocer, el hecho de tratar sobre las Formas no tiene sentido, porque es mediante los inteligibles que el hombre puede llegar a conocer.
Por lo tanto, aunque Platón había afirmado que el devenir conviene al ser, ese devenir se traduce en géneros que usa el alma intelectiva en sus operaciones mediante los inteligibles. Es en esa composición y división como es posible adecuarse mediante los inteligibles a lo real.
Resumiendo, una de las intenciones paralelas a la de descubrir al sofista y poder hablar de las cosas falsas, que no son pero que de alguna manera son, es la cuestión fenoménica sobre el movimiento del ser, y por extensión el conocer. Esta puntualización a través de “los amigos de las Formas” parece responder a un deseo de matizar su propia teoría a favor del conocimiento y en contra de aquellos que pudieran haber interpretado la teoría de los subsistentes como algo totalmente apartado del movimiento y por tanto del conocer. Como ya se ha dicho antes, para que la inteligencia conozca, necesita de algo inmutables, que es en último término el Bien, el que da ser a las formas y las hace cognoscibles a través de los inteligibles, así como el Sol da generación a lo material y da la luz para que puedan ser vistas y conocidas. Las formas, a su vez, son el compás para los inteligibles que ha de usar el hombre en su inteligir. Las formas son los modelos con los cuales el hombre a partir de los inteligibles o géneros conoce lo que conoce y conoce que conoce. No olvidemos que Platón introduce la comunicación de los géneros con motivo al problema epistemológico de dar diversos nombres a una misma cosa. Por lo tanto, estos movimientos tienen que ver con el conocer y no con formas separadas y subsistentes.

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